miércoles, 23 de noviembre de 2016

Somewere only we know

Una vez alguien me dijo que las personas que lloran con más intensidad son las que tienen la sonrisa más hermosa.
Y que no todo el mundo sabe lo que es llorar de alegría.

Entendí que todo tiene luces y sombras, y cuanto más intensa sea una, más intensa será la otra.


Que el más valiente tiene su pequeño refugio que sólo él conoce.
Y el más débil, en cambio, un lugar especial en el que puede ser la persona más fuerte del mundo.
Comprendí que todos necesitamos paciencia, cariño y comprensión.

Porque soñamos.


Porque en toda mirada hay una esperanza.
Puede ser pequeñita o grande, pero brilla y le da vida a nuestros ojos.
Y el gesto más simple puede encenderla, y esa mirada, esa mirada no se olvida.



Y aquel día aprecié mis lágrimas como si fuesen un tesoro, pues cuando acabaran, siempre habría una sonrisa radiante, un brillo de esperanza y la última lágrima de todas sería una de felicidad.



I'm getting old and I need something to rely on
Oh simple thing, where have you gone?
So tell me when you gotta let me in
I'm getting tired and I need somewhere to begin.
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lunes, 31 de octubre de 2016

Palabras

Las palabras se las lleva el viento,
pero no desaparecen
Sin acto quedan vacías, 
desmerecen, 
obedecen al destiempo 
en el limbo de tu memoria, 
esperando un momento 
de paranoia transitoria.

Y luego vuelven 
como una fábula irrisoria.
Karma, si te encuentras aquí, 
no te olvides de esta historia.

Se abren hueco en tu coco y crean un eco.
Te prenden fuego y no te ayudan 
sino que vienen a extenderlo. 
Escuecen fuerte en tu mente, suplicas, 
quieres que cesen, salpican
dónde más duele.
Sarna a disgusto no pica, te muerde.

Y luego entiendes
que el pasado ya no importa
Solo tienes un momento
para cambiar toda la historia.

Mide bien lo que hablas
por si algún día lo tragas
escoge bien tus palabras
que no te salgan forzadas,
No intentes ser quien no eres
no te esfuerces, no puedes
vive entonces el presente
y recuerda quien vive la vida de otro muere.
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domingo, 9 de octubre de 2016

Otoño

Y llega la melancolía otoñal.
Llegan los jerseys y las noches de películas.


El olor a tierra mojada, el barro en mis botas.
Leer en el parque los días de sol, mirar la lluvia desde mi ventana.
Los paraguas, el viento y las hojas que invaden la ciudad.




La música cantada a pleno pulmón, bailada cómo si fuese la vida en ello.
Los escalofríos, conocer gente nueva y enamorarse cada día de la vida.




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jueves, 6 de octubre de 2016

Me echaba de menos

Sí, hace tiempo que no escribo.

Tenía eso que llaman habitualmente el bloqueo del escritor. Y yo me preguntaba ¿por qué quiero escribir pero no soy capaz?

He estado meses dejando páginas en blanco o dejando a media textos que no me inspiraban nada. Muchos temas de los que quería hablar, pero una incapacidad absoluta para expresarlos.
O directamente ni lo intentaba.
Y después de mucha frustración, aquí estoy, y ahora entiendo que no era un simple bloqueo del escritor. Mi bloqueo era total o, en otras palabras, yo no estaba siendo yo.

Estaba apática. Estaba aislada. Estaba metida en mi burbuja.
Y tensa, muy tensa.
Cuando te pasa esto no ves la razón (a veces porque no quieres verla) y niegas que haya tal crisis, pero ahí está la crisis e invade todo tu cuerpo.

Es como un ligero pitido en los oídos que decides ignorar, pero persiste y va desquiciándote poco a poco casi sin que te des cuenta.

Hasta que decides dejar de ignorar el problema. Y cuando lo haces, la presión que tienes en el pecho, poco a poco va desapareciendo y el pitido se convierte en una voz, una voz que te dice algo que debes escuchar.


Y de nuevo, eres tú.


Y hasta que no me miré al espejo, 
no me di cuenta de todo lo que me había echado de menos.
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martes, 29 de marzo de 2016

El mundo incorrecto

Vivimos en un mundo extraño.

Podemos conocer mejor a alguien que vive en la otra punta del mundo que a nuestros vecinos.
Tenemos la capacidad de ver y oír a alguien que no está con nosotros.
Nos sentimos conectados a personas famosas que no saben ni que existimos.

Y es ilógico. Nuestra naturaleza no lo soporta.

¿Cómo vamos a esperar que alguien sea espontáneo si para serlo tiene que desplazarse 50 kilómetros?
¿Cómo podemos olvidar a alguien y dejarlo pasar si tenemos la oportunidad de verlo una y otra vez?
¿Es natural que nos importen las cosas que no están a nuestro alcance?

No estamos hechos para la distancia, ni para lo que no se puede tocar.

¿Nunca habéis sentido que echáis de menos a alguien a quien no conocéis realmente?

Es incorrecto.

La falsa sensación de cercanía.
Que nos falte el olor y el tacto de las cosas.
El olvido imposible.

Tenemos cerca cosas que nunca hemos tocado y elegimos lo que está lejos.

Tal vez no vivamos en un mundo extraño, sino seamos nosotros los extraños.


¿A dónde van a parar los sueños?
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domingo, 14 de febrero de 2016

Los ojos del diablo

Érase una vez un hombre de semblante feroz.


Un hombre temido por todos, insondable, sin duda terrorífico.

Los niños huían cuando le veían venir y los adultos agachaban la cabeza para no cruzarse con su mirada.
Medía casi dos metros y era ancho como un armario... y llevaba en su pecho un tatuaje de dos temibles ojos, casi demoníacos, que hacían estremecer a quien los veía.
Dos ojos inyectados en sangre, crueles, terribles.

Cierto día de verano, aquel hombre se fue a leñar al bosque del pueblo que estaba cruzando el río.
Cuando llevaba varios árboles cortados y estaba apunto de caer el último del día, se dio cuenta de que al lado de la orilla del río había dos niños jugando, una niña y un niño de cabello pelirrojo ambos, seguramente hermanos.
Ellos se habían percatado de su presencia, pero al no conocer la terrible fama de aquel hombre, no hicieron nada por huir.

El hombre estaba tan impresionado de que aquellos niños no le temiesen que no se dio cuenta de que el árbol que estaba talando se balanceaba.
El tronco comenzó a caer e iba en dirección a los niños.
Nada podía hacer el rudo leñador para salvarles del árbol que iba camino de aplastarles, aún así, se lanzó en un intento desesperado de desviar el tronco... pero no lo consiguió.

Por la fuerza del golpe, uno de los niños, él más pequeño, fue empujado al río donde tras segundos desapareció de su vista. La niña que iba con él recibió un fuerte golpe en la cabeza, que comenzó a sangrar a borbotones.
El hombre solo fue capaz de ponerse en pie e ir a ver si la niña seguía con vida.

Vio que la pequeña respiraba, pero el niño había sido arrastrado por la corriente del río y de él sólo podía verse su cuerpo hundido boca abajo en el agua, flotando sin vida.
Aquello le dejó paralizado, en estado de shock.

Entonces, atraídos por el inusual ruido, los guardias de la zona le vieron.
Aquella imagen, de un hombre con un hacha, sin expresión alguna en el rostro, ante una niña medio muerta, cuyo color de pelo rojo se confundía con la sangre de su cabeza, les dijo todo lo que ellos necesitaban saber.

El hombre dejó que le arrestasen y no opuso resistencia. Algo en su cabeza le decía que debía ser culpa suya.
Pasó los meses más duros del invierno encerrado en un calabozo frío y húmedo, sin quejarse, ni protestar, indiferente con el castigo que le habían sentenciado; la pena de muerte.

Llegó el día de hacer cumplir su condena y, como ordenaba la ley, le llevaron a la horca, delante de toda la aldea.
De nuevo el hombre, impasible, indiferente caminó hacia la muerte sin mirar atrás.

Con la soga al cuello, completamente desnudo, excepto por un taparrabos, le dedicó un último vistazo a su alrededor, a las personas que había en aquella plaza. Habían venido desde el pueblo a presenciar su muerte; disfrutaban y se reían con su último momento de vida.

Entonces, entre todas las personas, pudo visualizar por un breve instante una cabeza pelirroja de una niña que le miraba a los ojos, pero no con odio, sino con pena y compasión.

Abrieron la trampilla.

El hombre murió con la misma cara inexpresiva con la que había estado desde el terrible incidente.
La aldea entera celebró su muerte con una gran fiesta.

Horas después, todo el mundo se había ido. Todo el mundo excepto aquella niña del pelo de fuego.
La criatura se acercó al cuerpo y entonces advirtió algo.
El tatuaje que aquel hombre llevaba en el pecho había cambiado.

En vez de haber dos malévolos ojos dignos del diablo, ahora representaba dos ojos distintos.

Dos ojos que sin duda alguna, estaban llorando de la alegría.
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