Es innegable.
Cuando conocemos a una persona, automáticamente se forma una imagen de ella en nuestras cabezas.
Esa imagen depende de su físico, su ropa, su postura, su voz y muchas cosas superficiales.
Y suele ser una imagen bastante acertada.
Una imagen confiable, al menos para entablar un primer contacto.
Por ejemplo, si quieres hablar con un cani de manual, probablemente le interese más hablar de fútbol y de coches que hablar del museo del Prado.
Pero el problema se planta o cuando no sabes formar una primera impresión o, mucho peor, cuando tu primera impresión es absolutamente imposible de cambiar.
Porque la abuelita que está sentada al lado tuyo en el metro, puede ser una amante del rap.
Porque tu vecino potentorro puede ser un asesino en serie.
Porque esas pijas insoportables pueden ser tías de puta madre que nunca hicieron daño a una mosca.
Tener una primera impresión es mejor que no tener ninguna.
Pero mantener una opinión equivocada frente a la evidencia es peor que no tener opinión.
¿Igualdades o diferencias?
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