sábado, 4 de febrero de 2017

No soy yo, eres tú.

No, nunca soy suficiente para ti.
Da igual que haga una u otra cosa. No importa el esfuerzo, los cambios a mejor, la paciencia. Nada.

Porque nada de lo que yo haga cambia tu forma de actuar.

Nunca me vas a apoyar. Contenerme cuando se me derrumba el mundo y mi voluntad flaquea.
Sólo pones más piedras en mi camino.

Si mejoro, nunca es suficiente.
Si necesito descansar, es un pecado.
No te importan mis sentimientos, sólo mi desempeño.

Todo lo que hago es fácil, un juego de niños.
Si una vez me ha salido algo bien, me tiene que salir todo el resto de veces aún mejor. Sin importar que cada vez sea más difícil.

No tengo derecho a tener mi propio criterio. Mis propios pensamientos, ilusiones, intenciones.
Mi propia vida.

¿Sabes? Nunca voy a ser lo que esperas.
No soy tu expectativa. Ni deseo serlo.

Soy un ser individual. Nada de mi te pertenece.
Y no. Nunca en la vida me has entendido.
Siempre vas a tratar de cambiarme.
Porque eres incapaz de verme tal y como soy.

Y sobre todo, incapaz de quererme.



Me rebelo contra la indefensión aprendida.
El problema no soy yo. Eres tú.
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