Cambiar es difícil.
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Los cambios conllevan un duelo. Incluso, los que son a mejor, pues en cada cambio, hay algo que dejamos atrás, algo a lo que nos hemos acostumbrado. Y las personas somos muy dadas a mantener nuestras costumbres. "El mejor predictor de la conducta futura, es la conducta pasada"
Nos sentimos cómodos en nuestras costumbres porque ya conocemos el resultado, pero no sabemos lo que sucederá si cambiamos. Creemos que el puzzle encaja a la perfección.
Y es que por mucho que nos digan que va a ser mejor, nos cuesta visualizarlo. ¿Cómo encajará esta nueva pieza?
Al final somos ambivalentes, contradictorios, ¿y tal vez hipócritas?
Decimos que queremos cambiar y repetimos las mismas malas costumbres que ya sabemos como acaban, que ya sabemos que no acaban bien.
No sé si hipócritas, yo diría imperfectos, temerosos ante la incertidumbre, llenos de falta de confianza, de dudas, con una mochila más o menos cargada de fracasos, y cansados, muy cansados. ¿Cuánto más habrá que cambiar?
Pero, aunque las cosas no vayan al ritmo deseado, aunque cueste, aunque sea difícil, desistir es perder.
Tal vez nos quede mucho camino por delante, ¿quieres que vayamos despacito?