A veces me pregunto donde empezó la mochila que arrastró a mi espalda.
No se si fue el daño hecho cuando era niña, donde se esperaba que fuese perfecta y madura, pero yo era... yo. Necesitaba tiempo, comprensión, paciencia y amor incondicional...
Aprendí a ocultar mis sentimientos, pensamientos y acciones, porque todo podía ser usado en mi contra, como un arma arrojadiza.
Puede que fuese en mi adolescencia. Lloraba todos los días, pero no creo que nadie lo supiese. Tenía tanto miedo que me tuve que salir de clase un par de veces porque pensaba que me iba a morir. Estaba muy encerrada dentro de mi misma. No quería hacer nada, a duras penas quería vivir.
Más adelante empecé a intentar salir. A veces salió bien. Otras fue tan doloroso que me ha dejado huellas profundas. Sigo sin ser capaz de salir del todo... Por eso llevo tanto tiempo que me cuesta escribir. Porque tengo miedo de publicarlo, que alguien lo lea y no me entienda. Tengo síndrome del impostor en mis propios sentimientos.
No intento llegar a ninguna parte en concreto con esto, solo desahogarme, decir algo que siento aunque tenga miedo de hacerlo. Es una especie de acto de valentía, o eso creo.
Para terminar quiero sacar algo positivo de mi desgracia: aunque este llena de imperfecciones y me cueste tanto mejorar, aunque viva en un gradiente de apatía y aunque a veces salga mal, sigo intentando ser una buena persona. Lo siento si no lo hago más rápido o mejor. Pero no he dejado de intentarlo.
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