¿Alguna vez has querido volver al pasado y cambiar las cosas?
¿Hacer bien el examen? ¿Decir esa contestación que se te ocurrió justo después de la pelea? ¿Ver cómo sería si hubieses elegido otra opción? ¿Dar un último adiós?
Es algo en lo que he pensado montones de veces. Hay ciertos momentos en mi vida en los que he deseado volver atrás y cambiar lo que sucedió.
Por ejemplo, cuando tenía unos 9 años, hice un casting para trabajar en Cuéntame cómo pasó y me cogieron, pero lo rechacé al final porque me daba mucha vergüenza. Poco rato después, me arrepentí y les llamé para aceptarlo, pero ya se lo habían dado a otra chica.
Esa elección posiblemente fue decisiva en mi vida, y es algo de lo que me arrepentí muchas veces.
Pero mucho tiempo después entiendo que si no hubiese tomado esa decisión, probablemente no estaría aquí, no sería quien soy y no conocería a las personas maravillosas a las que conozco.
Ha habido muchos más momentos así en mi vida, en los que por hacer algo, he perdido otra opción, incluso a día de hoy, muchas de mis decisiones me hacen pasar malos momentos, me hacen llorar e incluso me cambian la vida de modo irreversible.
Pero hoy entiendo algo, y es que las malas decisiones te enseñan lecciones que debes aprender.
Te hacen fuerte ante el dolor, paciente y te vuelven más sabio.
Aunque a veces duela y una parte de ti quiera regresar a un estado de comodidad y confort, el dolor es necesario para aprender muchas lecciones.
Y hoy por hoy, sé que aunque ahora pueda doler mucho, no hay NINGUNA opción mejor que la que tomé.
Porque esa opción me hizo cambiar.
Porque aprendí una nueva lección.
Porque soy una nueva Yo.
Yo una vez te admiré.
Yo una vez te dediqué un lugar muy grande en mi corazón.
Yo una vez dije que eras la mejor.
Yo una vez fui una niña.
Hay mil teorías sobre cuando dejas de ser un niño y te conviertes en una persona mayor.
Yo crecí el día en el que me llevé la decepción más grande de mi vida.
Ese día en el que me di cuenta de que estaba idealizando hasta el extremo a alguien.
Ahora lo sé.
En ningún caso soy inferior a ti.
Ni superior.
Te perdono por ser humana.
Y te pido que perdones este gesto tan humano que es el no querer volver a saber nada de ti.
Si aún me quieres y respetas algo, lo leerás.
Si no, simplemente estará aquí escrito, perdido en la nada, sabido sin saber.
Todos tenemos momentos en la vida en los que el mundo se viene abajo.
A todos nos tiran una piedra y nos hundimos con su peso.
Esta piedra puede ser cualquier cosa, desde la peor de las traiciones, hasta una simple palabra.
La gente a veces te pregunta ¿cómo te hundes con esa piedra, si no pesa nada?
Esas personas te hacen sentirte solo y débil.
Porque no te entienden.
Porque la misma piedra, no pesa lo mismo en diferentes manos.
Porque lo sensibles que somos, porque nuestra fragilidad es algo único, que solo nosotros tenemos.
Merecemos que alguien nos entienda.
Merecemos que alguien nos quiera sin condiciones.
Merecemos no ser juzgados.
NADIE ha vivido tu vida.
NADIE sabe lo que te ha llevado a hacer lo que hiciste.
NADIE NUNCA TIENE EL DERECHO DE JUZGARTE.
Sólo tú.
Y cuando te juzgues, recuerda que todos cometemos errores.
Recuerda que eres humano.
Recuerda que NO nacemos sabiendo ser felices, no nacemos sabiendo como hacer las cosas bien, no nacemos sabiendo cumplir nuestros sueños.
Es tan fácil fallar y tan difícil acertar...
Y es por esto que debes saber que cada uno de tus aciertos tiene mérito.
Que si estás aquí, si estás vivo, es porque TÚ has llegado.
Porque incluso cuando pienses que es otra persona quien te ha llevado hasta donde estás, eres TÚ quien ha llevado a esa persona a tu vida.
NO ERES MENOS QUE NADIE.
Y no dejes que NADIE te haga pensar lo contrario.
Gracias a mis amigos, a los que de verdad han abierto su corazón para entenderme, a los que me han querido sin condiciones, a los que han sabido aceptarme con mis errores, a los que NO ME HAN TRAICIONADO, y han estado a mi lado cuando MÁS LOS HE NECESITADO.
Y sobretodo, gracias a mi misma, por haberlos llevado a mi vida.
Estando al borde del precipicio.
Con un cuchillo en la mano.
En la carretera.
En el fondo de la piscina.
Llegando al punto de pensar en suicidarme.
Suena fatal. Pero estoy segura de que todos al menos nos lo hemos planteado al menos una vez en la vida.
Pensé que la vida era una mierda.
Que yo era una mierda.
O que nada tenía sentido.
Me sentía sola.
O tenía curiosidad por saber que hay al otro lado.
Dudas sobre si la muerte era la libertad.
Y otros mil pensamientos.
Como todo para mi, morir es algo ambiguo ya que da miedo y curiosidad a la vez.
¿Quería morirme realmente?
No, sino no estaría aquí.
Quería que alguien me salvase.
Pero, aunque tenga a mi familia, a mis amigos, aunque me quieran, hay muchas posibilidades de que no llegasen a tiempo.
Nada ni nadie me aseguraba que fuesen a llegar a tiempo.
Y decidí salvarme yo misma.
Porque digan lo que digan, al final del día quien te mantiene vivo eres TÚ.
Vas a convivir contigo toda la vida.